domingo

    Los templos atlantes
         La memoria de la piedras


De manera milagrosa una intervención espiritual salvaría mi vida y la guiaría por un caminar que me llevaría a la realidad atlante, milenios atrás.

Sin embargo el acceso a dicho conocimiento tenía una condición fundamental: Abandonar definitivamente mi trabajo colaborando en el desarrollo de tecnologías asociadas a las guerras galácticas.


Así, una noche fui iniciado entre atlantes. Salí de la consciencia del cuerpo y del tiempo y me empezaron a ser revelados los secretos de los cuerpos sutiles o inmateriales. Consciencia que hace posible múltiples milagros como: la sanación, la materialización y la desmaterialización.

Los espíritus de otros tiempos y las piedras me contaron la milenaria y casi olvidada historia que, a modo de legado enviado desde el ciclo previo, es custodiado para la actual nueva humanidad.


Escultura colosal actualmente denominada
El Tepozteco












Un largo caminar siguiendo los puntos marcados por muy antiguos y olvidados mapas y pétreos códices, me permitiría empezar a tomar consciencia y valorar profundamente las advertencias que aquellas montañas del altiplano central de México custodiaban, a modo de silenciosos guardianes. El tesoro de las líneas del tiempo


El valle sagrado de Tepoztlán - Daniel Ruzo


Una vez más las presencias se manifestaron y me guiaron hacia y por entre los templos atlantes y pirámides de Egipto, develando secretos cósmicos allí resguardados.



Igualmente me guiaron hacia diversas cámaras atlantes custodias del tiempo, entre ellas las de México.


Cámaras cuyos secretos cósmicos hermanan profundamente a Teotihuacan con las edificaciones del Norte de África.


Presencias de otras dimensiones se manifestaron y me hablaron de pirámides y senderos de luz.


Aquella sutil guía me llevaría al encuentro con diferentes portales, entre ellos los de Tepoztlán, valle sagrado que es resguardo de templos atlantes donde nuevamente fui iniciado en los secretos para trascender el espacio y el tiempo.


En ese tiempo alterno la silenciosa guardiana de una de las cápsulas de tiempo planetarias entregó sus secretos asociados que confirmarían las revelaciones entregadas en relación a la custodia de un Bosque-Portal. Un lugar de enlace cósmico donde es posible trascender el espacio y el tiempo.
 

                Colosal esfinge Tonantzin


Liberados de su pacto de silencio los guardianes me guiaron al encuentro con las cavernas y los bosques sagrados del Chichinautzin.



Los cerros planetarios de cumbre piramidal cuyos secretos me habían sido revelados por guardianes igualmente secretos, de México y Egipto, se revelaron una vez más.






Un largo caminar hacia la gnosis cósmica que iniciaría en las Cholula y sus zonas aledañas, eventualmente revelaría el mapa que aquella colosal pirámide resguarda en su cima. Un mapa de cuarta dimensión que se decodifica en la consciencia como espacio y que vuelve al tiempo distancia.



El paso de las décadas me ha enseñado que, nada o casi nada puedo entregar a quienes me contactan, y que entre ellos hay dos tipos básicos de personas:

- Aquellos que al ver el material comprenden, recuerdan y su caminar espiritual les permite tener experiencias diversas como visiones u otras, y hasta viajar astralmente. Me buscan y el reencuentro nos entrega a ambos confirmadora información.

- Los que movidos más bien por la curiosidad o derivado de alguna ceremonia con plantas sagradas o un experiencia cercana a la muerte (ECM) pero sin el suficiente desarrollo espiritual que solo se obtiene tras un sólido compromiso de muchos años, creen poder encontrar respuestas significativas a sus inquietudes más profundas por medio de apenas, un poco de diálogo. Respuestas que solo pueden obtenerse por medio de un trascendental cambio en la consciencia interna, siendo imposible que ello se produzca únicamente por medio de la vía de la razón.

Para estos últimos, ni aunque dedicara toda una vida para intentar explicarme, mis muchas limitaciones, entre otras una gran torpeza e ignorancia profunda, seguramente me llevarían al fracaso.

Más aún, todo ese esfuerzo tampoco lograría alguna credibilidad pues, como es bien sabido: "Para aquellos que creen, ninguna prueba es necesaria. Para aquellos que no creen, ninguna cantidad de pruebas es suficiente."